miércoles, 22 de abril de 2015

EN CADENA


Me despierta el frío y un intenso dolor de cabeza. Abro los ojos y no veo nada. Todo está totalmente oscuro. Hace frío, hay un olor desagradable y vomitivo. Me doy cuenta de que estoy desnuda. Debo de haber dormido sobre el cemento frío que hay en la estancia.
Me incorporo, pero todos mis huesos se quejan, además algo me impide moverme bien. Estoy encadenada por las muñecas. Me esfuerzo por levantarme, las cadenas me dejan espacio para estar de pie.
 
Intento ver lo que hay a mi alrededor, pero todo está en penumbra. El dolor de cabeza hace que instintivamente lleve mi mano hacia ella. Noto el pelo pegajoso y una costra seca en el centro de mi cabeza. ¿Qué me ha pasado? ¿Qué hago aquí? ¿Cuánto tiempo llevo?
 
Entonces empiezo a recordar. Iba hacia casa. De repente una furgoneta azul se para a mi lado. De ella sale corriendo un hombre. No vi cómo, pero saltó sobre mi. Sentí un tremendo dolor de cabeza y perdí el conocimiento.
 
Nada, no se oye nada. Nada, nada se ve en esta completa oscuridad.
No se cuanto tiempo ha pasado. Oigo ruidos, algunos pasos, cada vez más cerca.
¿Me vienen a rescatar? ¿O es el “tío” de la furgoneta?
Unos cerrojos abren la puerta. Entra por ella un cegador haz de luz. Intento protegerme los ojos con mis manos. Se acerca hacia mi una figura. Cada vez se hace más grande.
 
Cuelga la luz a un gancho del techo. Veo la estancia, debe de ser un sótano de alguna casa. Hay una caldera y trastos viejos por todas partes.
 
No puedo verle la cara, pero si me doy cuenta de lo grande que es. Se acerca cada vez más. He de alzar mi cabeza para poder verle la cara. Su cuerpo es enormemente grande.
 
De repente con un gesto rápido me coge la cara. Puedo sentir la fuerza con que me hace girar la cabeza hacia ambos lados. Me esta examinando. Se oye un golpe seco y me retuerzo de dolor. El puñetazo en el estómago me deja sin respiración. Caigo al suelo sin remedio, pero me levanta por el cuello con una sola mano. Otro golpe, esta vez en la cara, me hace sangrar el labio.
 
No me suelta. Me tiene cogida con una sola mano por el cuello. Me aprisiona contra la pared fría. Casi no puedo respirar. Cada vez me aprieta más. Estoy sin aliento.
 
Cuando creía que iba a morir así, siento que me suelta. Caigo al suelo, toso, respiro.
 
¿Porqué me hace esto a mi? Me gustaría preguntárselo, pero el miedo me enmudece.
 
Me desata de las toscas cadenas empujándome al suelo. Caigo de bruces en el cemento húmedo y frío. Siento todo su peso en mi cuerpo. Noto como me penetra. Me quiero zafar de él, pesa mucho, no me puedo mover. Se levanta y me gira como si fuera una muñeca de trapo. Esta vez puedo ver su cara. No es una cara que de miedo. Es una cara normal en un “tío” enorme. Me penetra otra vez, pero un fuerte puñetazo hace que el otro pómulo sienta el dolor. Me intento salir de debajo de él. Es imposible, lo intento de nuevo y muevo mi cuerpo aún resentido del dolor. Entonces se incorpora y me coge del cuello levantándome, otra vez, con una sola mano. Empieza a pegarme, primero un puñetazo en el estómago, otro en las costillas, luego en la cara. Me tira al suelo e intento alejarme de él arrastrándome por el suelo. ¿Dónde voy? ¿Dónde me escondo?
 
Su gran manaza me coge del tobillo me tira hacia él tirándome el cuerpo para esta boca arriba. Me vuelve a violar. Esta vez no me pega. No duele que me penetre. Pero la bofetada que me vuelve a dar si. Me agarra del cuello. Esta vez si voy a morir, pero casi lo estoy deseando. Siento como se “corre”. Pienso que ya se ha terminado. Que quizás me deje tranquila.
 
Él se incorpora subiéndose la bragueta. Yo no puedo levantarme, no se si por el dolor o por el miedo.
 
Me vuelve a levantar del cuello aprisionándome contra la pared. ¿Qué va hacer ahora? ¿Ya terminó
conmigo?
Me vuelve a encadenar. Coge la luz y se va.
 
Estoy tirada en el frío cemento con el labio partido en dos y alguna costilla rota. El dolor es fuerte, no me deja moverme, tampoco quiero. Estoy agotada, sin fuerzas. ¿Cuánto tiempo pasará hasta que vuelva? ¿Podré resistir otra vez? No lo creo.
 
No se cómo me he quedado dormida, la luz que entra por la puerta me ha despertado. No me incorporo, estoy rota por dentro. La enorme figura se acerca. Siento que no podré resistir.
Me vuelve a examinar la cara de la misma forma que antes e igual que antes me vuelve a reventar el estómago. Pero esta vez tengo más suerte. Ya no siento sus golpes. Ya no tengo frío. El dolor se desvanece. ¿Ha dejado de pegarme? No, estoy muerta.