He aquí una lámpara morisca que me compré hace ya unos cuatro años en Sitges.
Ahora está bien bonita, pero unos días atrás me di cuenta de lo maltrecha y oxidada que estaba. Pues nada, manos a la obra.
Lo primero es quitarle el mecanismo de la luz y descolgarla.
Una vez hecho esto me dediqué a quitar, con mucho cuidado, los cristales. Esto es delicado, ya que se pueden romper y entonces encontrar un recambio puede ser complicado.
Hay que ser metódico con los recovecos y huecos que tiene la lámpara, las filigranas son delicadas y si se lijan demasiado fuerte, pueden llegar a doblarse.
Después de que todos los cristales estuvieron fuera, me dediqué a lijar la superficie para retirar, en la medida de lo posible, el óxido.
Ya que estamos, también se limpian bien los cristales.
Ya en esta fase, con la lámpara bien lisa y sin óxido, se le aplica una capa de pintura de minio o antióxido, que es lo mismo. Así también queda maja, pero no es mi estilo.
Después de dejarla secar, le apliqué dos capas de pintura negra mate en spray para un acabado limpio y profesional.
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